miércoles, 16 de marzo de 2011

Cuando Juárez traiciona a México

ABRUPTA INTERVENCIÓN MILITAR YANQUI FUE DECISIVA PARA QUE LOS LIBERALES GANARAN LA GUERRA DE REFORMA. ATENTADO EN LA BAHÍA DE ANTÓN LIZARDO EN MARZO DE 1860.
HASTA ENTONCES LA CONTIENDA HABÍA SIDO SÓLO GUERRA CIVIL ENTRE MEXICANOS. 
BUQUES MEXICANOS CAÑONEADOS Y APREHENDIDOS EN AGUAS MEXICANAS POR NAVES YANQUIS 
LA BANDERA DE LAS BARRAS Y LAS ESTRELLAS, REGALO PARA JUÁREZ
 Extracto tomado del libro “Episodios Desconocidos de México”
Autor: Luis Reed Torres


Al Empezar el año 1860, el país se encontraba virtualmente bajo el control de la  administración conservadora a pesar de que las carencias de todo tipo se habían convertido en su verdadero talón de Aquiles.
Con excepción de Morelia y Veracruz y de dos o tres poblaciones de mayor o menor importancia, que a veces ocupaban los liberales para luego evacuarlas ante la proximidad del enemigo, el resto del territorio nacional estaba firmemente adherido al régimen   que en la ciudad de México encabezaba el general Miguel Miramón quien, sin embargo, comprendía perfectamente la importancia que significaba el reconocimiento diplomático  de Washington al gobierno juarista una vez que Estados Unidos “desrreconoció” a los conservadores al convencerse de que por ese camino no lograría ventajas territoriales de ninguna índole, y,  que eso, más que eso, la tácita alianza entre ambos establecida a raíz de la firma del tratado Maclane-Ocampo.

Anhelante de liquidar en definitiva a los hombres de Veracruz que Juárez lideraba, Miramón planeó un ataque decisivo al puerto: Él avanzaría por tierra, mientras una escuadra bloquearía por mar una eventual fuga del enemigo. Juárez no tendría escapatoria. Para el efecto el gobierno conservador adquirió dos barcos en Cuba y los puso bajo las órdenes del contralmirante Tomás Marín.
“El general Miramón” y “el Marqués de la Habana” -que así fueron bautizados los buques- se aprestaron, pues, a la captura del último reducto constitucionalista  de importancia, sin que Miramón, Marín  ni las tripulaciones imaginaran, siquiera la desagradable sorpresa que Juárez les tenía preparada.
No resulta ocioso, por lo demás, puntualizar aquí que cuando se inició la guerra de Reforma o de los Tres Años la lucha se circunscribía a liberales mexicanos contra conservadores mexicanos. A medida que pasaron los meses, y en libre juego de las fuerzas nacionales, las armas juaristas padecieron severos reveses que dejaron en pésimas condiciones al gobierno que sostenían, y el propio don Benito se vio precisado a salir del país, a recorrer luego, las aguas de cinco naciones y a reaparecer finalmente en Veracruz, donde algún tiempo después fue reconocido por Estados Unidos, único país del mundo que por entonces adoptó semejante actitud.
Así las cosas, cuando aún no existía una lucha internacional sobre suelo mexicano, como ocurrió poco tiempo después, y en momentos en que el enfrentamiento continuaba exclusivamente entre nacionales, el general Miramón se dispuso a asestar el golpe final sobre Veracruz. Llevaba seis mil hombres y buena artillería; entretanto, los barcos de Marín fondearon Antón Lizardo en espera de atacar el puerto.
De pronto, cuando la operación marchaba dentro de lo planeado (6 de marzo de 1860), aparecieron como fantasmas de media noche, sin luces y sin bandera, los buques de guerra norteamericanos “Wave”, “Indianola” y “Saratoga”, que se lanzaron sobre las naves mexicanas conservadoras. Marín salió de su camarote e intentó desesperadamente organizar alguna defensa ante la violenta e inusitada acometida, pero el poder del fuego de la armada norteamericana, así como lo intempestivo de la acción fueron determinantes en la captura del contralmirante y de sus hombres. El cañoneo se prolongó por espacio de una hora y fue sucedido por el abordaje de la marinería yanqui.

 Tres de los pilotos del "General Miramón" fueron muertos en el ataque, y otros varios mexicanos resultaron heridos. Marín y su gente fueron llevados a Nueva Orleáns con todo y buques, donde fueron acusados ¡de piratería!, si bien finalmente quedaron absueltos. Al fin y al cabo el daño estaba consumado...

(Por cierto que don Ignacio de la Llave,  cuyo nombre aparece grabado en letras de oro en la Cámara de Diputados y quien a la sazón fungía de Ministro de Gobernación de  Juárez, estuvo a bordo del "Indianola" durante la refriega referida y quedó levemente herido).

Juárez, al demandar la intervención yanqui había declarado piratas a los buques conservadores mexicanos cuando se percató que lo iban a atacar. No cabe duda dice don Alejandro Villaseñor y Villaseñor que Juárez estaba en su derecho para calificar a sus enemigos como mejor le pareciera y para declararlos piratas; pero esta declaración sólo debía "surtir sus efectos y ser obedecida por los militares y marinos mexicanos que estaban a sus órdenes; pero de ninguna manera por fuerzas extranjeras que ningún participio debían tomar en la lucha y que debían permanecer neutrales". 

A su vez, Ralph Roeder, escritor norteamericano simpatizante de Juárez, reconoce que don Benito solicitó la ayuda extranjera para luchar contra los propios mexicanos y acepta que cuando el tribunal de Nueva Orleáns absolvió a don Tomás Marín y a sus hombres del infundado cargo de piratería, el Presidente James Buchanan abogó por el capitán Turner, jefe de los navíos americanos que habían intervenido en el Golfo de México, pues "reconoció que el comandante americano había obrado con su consentimiento y autorización".2
Otro autor contemporáneo de tendencias liberales radicales, don Alfonso Toro, asevera que lo ocurrido en Antón Lizardo "fue una intervención armada de los americanos en favor del Partido Liberal".
Y don Justo Sierra, panegirista del señor Juárez, asienta que Turner se había visto muy presionado por los liberales para que interviniese en su favor. "Lo asediaban -dice-las súplicas, las sugestiones, los planes rápidos de los jefes reformistas". Por cuanto a la captura de los buques conservadores por los norteamericanos, lo que dio al traste con los planes de Miramón,
Sierra anota categóricamente: "Esa noche quedó militarmente vencida la reacción"4
y el abogado don José González Ortega, nieto del general Jesús González Ortega, destacado jefe reformista, futuro vencedor de Miramón en Silao y Calpulalpan al final de la guerra de Reforma, refiriéndose, en el texto que escribió de su abuelo, sobre los sucesos de Antón Lizardo, asienta lo que sigue:

"¿Obro Juárez rectamente al acudir a tales medios (o sea al auxilio bélico norteamericano) para triunfar de su adversario Miramón?"

Busquemos la respuesta en un breve análisis.

Todo país que lucha contra otro está facultado para llamar en su ayuda a una tercera nación. El Derecho Internacional denomina este procedimiento, muy común en la historia del mundo, 'coalición' o 'alianza'. Pero un partido político que lucha contra otro dentro de un mismo país no puede llamar en su auxilio a ninguna fuerza extranjera, porque de hacerla atraerá sobre sí el dictado de traidor…..
“Nunca podrán contestarse airosamente los cargos que se han formulado contra Juárez por lo de Antón Lizardo. No sólo gestionó la intervención de la bandera de las barras y las estrellas en beneficio de su persona y de la causa que defendía, sino que logró que los marinos de Norteamérica viniesen a ejercer actos de soberanía a nuestras aguas territoriales” José González Ortega, El golpe de estado de Juárez.

Por su parte el propio José Ma. Mata, ministro de Juárez en Washington, informó a don Benito de la impresión que los sucesos ocurridos en Antón Lizardo, causó en los Estados Unidos:

“Luego que se supo aquí -escribió- la captura de los buques de guerra que llevó Marín a Veracruz, por la corbeta “Saratoga”, cuya noticia fue recibida generalmente con entusiasmo, se pidió por Congreso al Presidente que informara sobre lo ocurrido. El Presidente mandó un mensaje acompañando los documentos relativos y diciendo que la conducta del capitán Jarvis (jefe de la armada estadunidense en el Golfo de México y superior de Turner, quien fue en persona el que encabezó el ataque) había merecido su aprobación….”

Contrariando la aprobación del presidente Buchanan, el senador Summer hizo una proposición en el Senado, para que se preguntara al gobierno:"con qué derecho había ordenado la captura de buques de guerra en aguas mexicanas, siendo así que los Estados Unidos están el paz con todo el mundo"

En cuanto toca al licenciado don Blas José Gutiérrez, catedrático que fue de la Escuela  de Derecho y Juez de Distrito del gobierno liberal en Veracruz  en la época de aquel suceso, asevera: “Esta disposición (la calificación de piratas dada por Juárez a los buques conservadores) viciosa a la luz del derecho y tan fatal, que puso a disposición del extranjero la vida de los mexicanos que tripulaban los buques de Marín, mexicanos cuya pérdida por manos extrañas".

Pero fueron  don Francisco Bulnes, poderoso polemista  e historiador liberal, y don Alejandro Villaseñor y Villaseñor, distinguido abogado católico, quienes realizaron sendos trabajos críticos, jurídicos e históricos de inmejorable calidad y solidez para tratar el asunto de Antón Lizardo.
Son concienzudos estudios de principios de siglo y su profundidad de erudición aún asombra a quienes se sumergen en ellos, tanto por el pasmoso poderío intelectual cuanto por la estricta lógica de que se hallan revestidos. De ambos trabajos, extraigo, pues, algunos párrafos en relación a la intervención armada estadunidense en Veracruz la medianoche del 6 de marzo de 1860.
"La piratería -puntualiza Bulnes- es un delito contra el derecho de gentes y por consiguiente todas las naciones tienen el derecho de castigar a los piratas, cualquiera que sea su nacionalidad; pero ninguna está obligada a castigar la piratería en virtud de la declaración de gobierno extranjero. Es, pues, un error grave de la declaración de Juárez decir  que los buques de las naciones amigas deben considerar y tratar a los buques de Miramón como piratas. No estando sujetas las naciones amigas a la soberanía de Juárez, la declaración de piratería no debe expresar obligación para ellas de acatar las declaraciones de Juárez".7

"Para los efectos de la soberanía exterior, ninguna nación puede dictar leyes imponiendo definiciones de  piratería o calificando como piráticos hechos que no son. La soberanía exterior de las naciones está limitada por el derecho de gentes y todas las naciones están obligadas para los efectos de su soberanía exterior a sólo considerar como piratas a los que así considera el derecho de gentes. Ninguna nación civilizada podía considerar ni tratar como piratas a los barcos de Miramón, por la razón de que no lo eran ni podían serlo".8
Gutiérrez Flores Alatorre, Bias José, Leyes de Reforma, Tomo lli, p. 24 citado por
7Bulnes, Juárez y las revoluciones..., p. 380.
8Bulnes Juárez y las revoluciones..., pp. 393-394. Cursivas en el original.

 A su vez, Villaseñor y Villaseñor, tras el exhaustivo análisis que efectuó sobre este atentado tan poco conocido por la generalidad del público, emite los juicios siguientes:

"Duro es aplicar un calificativo como el que vamos a estampar; pero cuando resulta merecido, después de estudiar fríamente los hechos, no se debe' retroceder en decido: Juárez, llamando a Jerwis para que lo ayudase a liberarse de sus enemigos, cometió un grave atentado contra la independencia y la dignidad de México, permitiendo que el extranjero apresase a mexicanos y que ejerciese actos de jurisdicción en el territorio nacional". 

Y nada puede atenuar ese calificativo: Juárez llamó a los norteamericanos nada más para salvarse él y para salvar a su partido, que hubiera quedado perdido con la toma de Veracruz. No envió al "Saratoga" a que persiguiese a los buques conservadores, sino únicamente a que los capturase en el punto donde estaban desde hacía horas anclados; y a título de que había declarado piratas a las naves de Marín, instigó al capitán Jerwis a que cometiese un verdadero acto de piratería.

"El atentado aludido se llama en derecho traición a la patria, y en vez de que pueda atenuarse en algo, dadas las circunstancias que concurrieron en el asalto, se agravó ese atentado, ese delito, con el de piratería cometido por el 'Saratoga' al abordar al 'General Miramón 'y al 'Marqués de La Habana " de la manera como lo hizo". 9

Empero, los liberales mexicanos en modo alguno mostraban arrepentimiento por haber recurrido a los Estados Unidos, su "natural aliado" en palabras de Justo Sierra, y por el contrario, el periódico de Veracruz Guillermo Tell no tuvo empacho en mostrar su alborozo el 12 de marzo de 1860, es decir apenas seis días después del atentado:

"No es sólo nuestra voz la que hoy se eleva para rendir un voto de gracias a la marina americana que, cumpliendo con las leyes del mar, ha hecho indirectamente un servicio inmenso a la República Mexicana... Veracruz (no sólo) aprecia en su justo valor la aprehensión del pirata Marín, sino que reconoce cuál es la mano generosa que libró a una ciudad de tanto desastre como se la esperaba con los pertrechos de guerra venidos de La Habana, y rinde una prueba de gratitud a su salvador. El señor comandante Turner, así como los demás jefes de los otros buques americanos, reciban nuestro recuerdo... El hecho será inolvidable para la República Mexicana, y en el corazón de los demócratas, el nombre de Turner y de los suyos vivirá eternamente". 10
 10 Junco, Alfonso, Un siglo de México, México, Editorial Jus, S. A, 5a. edición,
1963,241 p., p. 154. Cursivas en el original.

 El propio  Juárez,  por su parte, reconoció sin tapujos la realidad y la significación de estos acontecimientos -retórica partidista dejada de lado- en una importantísima carta que escribió al jefe liberal Epitacio Huerta el 25 de abril de 1860 y que, a mi juicio, resulta concluyente:

 "El triunfo de la sagrada causa que defendemos -apuntó don Benito- está asegurado. Un gran pueblo ha hecho alianza con nosotros, y esa alianza, desde el suceso plausible de Antón Lizardo ha dejado de ser un misterio. Siento, como usted, que la gran familia liberal no haya podido sola sin auxilio del extranjero pulverizar a la reacción y levantar sobre sus escombros los altares de la libertad. Amigo mío, si los tacubayistas no hubieran explotado el fanatismo de nuestras masas ¿cree usted que Benito Juárez habría pedido ayuda a los Estados Unidos para triunfar de sus enemigos? Nunca jamás. Mi amor a la libertad me hizo dar ese paso, y sabe Dios el inmenso sacrificio que me cuesta. Algunos liberales tibios reprueban mi conducta creyendo que sin los vientos del norte podía arribar a la capital de la República para encadenar bajo mis plantas a la hidra reaccionaria. Los que así piensan se engañan. Miramón había combinado perfectamente su plan de campaña sobre este puerto, baluarte de la libertad, de manera que si los vapores norteamericanos no capturan los buques de Marín y aprehenden a éste, la plaza se rinde y la nefanda reacción triunfa indefectiblemente. Me pregunta usted en su grata, que contesto, si puede anunciar ya de un modo oficial nuestra alianza con los hijos de Washington, y debo decirle que oficialmente no conviene todavía hacer tal declaración”
“El pueblo es muy susceptible, de todo se impresiona, y yo quiero mantenerlo en duda. Me acusan de traidor a la patria unos, y otros sabiendo que no hay traición de mi parte, sino una necesidad imperiosa que me obliga a no pararme en los medios para conseguir el fin, me hacen justicia”11
Carta de Juárez a Epitacio Huerta, 25 de abril de 1860, cuadro sinóptico citado por don Antonio Gibaja y Patrón, en su Comentario crítico a las revoluciones sociales de México, 1973.

De un rápido análisis de las líneas anteriores se desprende con claridad la firme convicción que Juárez albergaba de conseguir la victoria final merced a la ratificada connivencia de su grupo con los Estados Unidos; la certeza, de que, sin el auxilio exterior, hubiera resultado imposible para los liberales vencer a los conservadores; la nítida percepción de que la intervención de la flota americana en Antón Lizardo constituyó un factor decisivo para evitar, primero, la caída de Veracruz y conseguir, poco más adelante, el triunfo definitivo, a despecho de ciertos liberales que contemplaban con reticencia el apoyo yanqui;  y, finalmente, la intención de soslayar hasta lo último “nuestra alianza con los hijos de Washington”, al intuir que, con sobradas  históricas razones de por medio, semejante maridaje difícilmente podría ser grato a la generalidad de la nación mexicana.
Que Juárez, por lo demás, jamás desmintió sus arraigadas simpatías por la política norteamericana que tanto le favorecía, lo demuestra, entre otros textos,  éste que escribió años mas tarde del suceso de Antón Lizardo, el 25 de mayo de 1865,desde Chihuahua,  a su yerno Pedro Santacilia, a raíz del ascenso al poder de Andrew Johnson, en sustitución del recientemente asesinado Abraham Lincoln:

“Me he impuesto de todas las noticias importantes que me comunica de esa República y celebro mucho que Mr. Johnson sea partidario decidido de la Doctrina Monroe, pues esto solo basta para que el bandido coronado de la Francia abandone su inicuo plan de conquista sobre México”

Y tras relatar algunos pormenores militares a la causa imperial, Juárez decía a Santacilia: "En tales circunstancias han llegado las noticias de la pacificación de ese país (Estados Unidos) y de la entrada de Johnson a la Presidencia, lo que ha causado una sensación profunda en la Corte Imperial de Maximiliano, que a estas horas siente ya su incapacidad y su impotencia para conjurar la tormenta que ruge sobre su cabeza”

Ciertamente no se requiere un exhaustivo análisis de este documento por medio del cual se reitera en gozo que provocaba en los liberales mexicanos la aplicación de la Doctrina Monroe, la que colocaban de salvador escudo, herencia de la más pura tradición anglosajona puritana, de típico corte imperialista y racista, y expoliadora por antonomasia de las naciones del continente americano.

No es, pues, incurrir en hipérbole si se asevera que el Partido Liberal con Juárez a la cabeza, no solo no entonó jamás el mea culpa, salvo honrosas excepciones, por la serie de intervenciones armadas, diplomáticas, que pactó y aceptó una  otra vez con el poderoso vecino del norte, sino que, incluso, aún después de concluida la lucha con el triunfo final sobre el Imperio, semejantes actitudes fueron consideradas motivo de vanagloria, de satisfacción, de ufanía, pues no de otra manera puede interpretarse la siguiente carta que el 29 de enero de 1869, casi nueve años después de la intervención armada de la flota yanqui en Veracruz, escribió desde Nueva York el cubano Domingo de Goicuría, agente de Juárez en los Estados Unidos para la adquisición de armas, a su amigo don Benito y cuando Goicuría estaba a punto de embarcarse rumbo a Cuba.

“Amigo mío, como recuerdo histórico tengo el gusto de remitirle la bandera americana que tremoló en el “Indianola” la noche del  6 de febrero (marzo) de 1860, con marcas indelebles de aquella jornada y que bastante ayudó a la causa de la libertad. Recíbala para que en medio de las 'otras que deban concurrir el día de su cumpleaños me represente a su lado, como estuvimos en San Juan de Ulúa cuando 'triunfamos de la reacción, ya que esta vez no lo puedo hacer en persona como entonces, hágolo en trofeo.
"Seguro que pronto estaré entre mis hermanos revolucionarios, no quería dejar aquí esa memoria para que se perdiera en el olvido, así  recíbala como la cuelga que le envía su siempre y constante amigo". 13

En otras palabras y para concluir: la bandera de las barras y las estrellas, vista como símbolo sagrado por los liberales y que tanto les había ayudado "a la causa de la libertad", era remitida a Juárez como preciada cuelga de su futuro cumpleaños, pues Goicuría no podía enviársela más tarde porque se encontraba a punto de unirse a la lucha revolucionaria cubana y no fuera a ser que tocara la de malas y se extraviara...

13  Carta de don Domingo de Goicuría don Benito Juárez, Nueva York, 29 de enero de 1869, en Juárez, Benito, Documentos; discursos y correspondencia, selección y notas de Jorge L. Tamayo, México,'Editorial Libros de México; S. A, 2a. edición, . 1972, Tomo XIII, P. 800.

. I Para un detallado examen de estos hechos véanse los profundos análisis que sobre el particular realizaron don Alejandro Villaseñor y Villaseñor (Antón Lizardo, México, Jus,1962) y don Francisco Bulnes (Juárez y las revoluciones de Ayutla y de Reforma, México, Milenario, 1967).

 En cuanto a don Tomás Marin, era un hábil y distinguido marino mexicano que en anteriores ocasiones había propinado a los yanquis severos golpes: el 17 de abril de 1837 había batido y capturado al barco texano "Independence" con el capitán Wheelwrighi a bordo en aguas de Galveston el 11 de julio de 1843 hundió a los buques yanquis "Houston" y "Colorado" en Campeche, y detuvo al comandante Moore, promotor de desórdenes separatistas en la península; y el 15 de octubre de 1846 al mando del fuerte de la Barra de Alvarado, luchó siete horas contra una escuadra yanqui de ocho buques y finalmente rechazó el desembarco.