lunes, 21 de febrero de 2011

Joel Roberts Poinsett

Primer embajador norteamericano en México


Apenas independizado México de España por Agustín de Iturbide en 1821, llegó al país como enviado oficioso de los Estados Unidos, Joel Roberts Poinsett, para hacer gestiones tendientes a beneficiar a su país, y tuvo tal influencia en nuestros asuntos políticos y sociales, que marcó el rumbo de nuestra nación hasta nuestros días.


Formación


Poinsett nació el 2 de marzo de 1779 en  Charlestón, Carolina del Sur; su familia descendía de hugonotes franceses. Estudió en la Universidad de Edimburgo y en la Academia Militar de Woolwich. Practicó el Derecho. Viajó por Suiza, Francia, Italia, Suecia, Finlandia, Rusia y Prusia, todo lo cual le proporcionó conocimientos invaluables que habrían de servirle como agente al servicio de su patria. Empezó en Argentina en 1810, donde no tuvo éxito; continuó en Chile, promoviendo y participando en revueltas contra los españoles, por lo cual fue expulsado de ese país en 1815.


Poinsett e Iturbide


El Secretario de Estado, Henry Clay lo nombró como agente no oficial ante el gobierno de Iturbide, y llegó a México por primera vez el 28 de Octubre de 1822. Seis días después de su llegada se entrevistó con el Emperador, quién lo recibió cortés pero fríamente, debido a que desconfiaba del visitante. Desde el primer momento hubo una mutua antipatía, dadas las características de ambos personajes: Iturbide católico, militar, acostumbrado al gobierno monárquico español, y Poinsett protestante, masón, anti-católico, anti-español y anti-monárquico furibundo, fanático de su sistema norteamericano republicano y novedosamente democrático, pero sobre todo agente secreto de su país, que venía dispuesto a obtener el mayor provecho posible de la situación política que se vivía en México a raíz de la Independencia.


Poinsett propuso a Iturbide que adoptara para México un sistema de gobierno republicano como el de los Estados Unido; Iturbide le contestó que esa forma de gobierno era desconocida en nuestro país y no era apta para la nación, que desde la Colonia se había regido por la monarquía española. Tal respuesta molestó mucho a Poinsett, quien, al igual que sus compatriotas, era fanático de su sistema político, como sucede en nuestro días, en que los Estados Unidos insiste para que en todo el mundo se implante su forma de gobierno, sin tomar en cuenta las características sociales y políticas de cada país. Tal negativa de Iturbide aumentó la antipatía que Poinsett tenía hacia él.


El enviado oficioso proponía al gobierno mexicano lo siguiente: Ajuste de las fronteras de ambos países (favorable a los Estados Unidos), un tratado comercial y que se les vendieran Texas, Nuevo México, Coahuila, Nuevo León, Sonora y las Californias. 
El rechazo por parte de Iturbide y del Sr. Azcárate, encargado para tratar con Poinsett, fue total. Esto fue un duro golpe para el enviado, quien además traía otras instrucciones confidenciales: si Iturbide aceptaba sus propuestas, se reconocería a su gobierno, pero en caso contrario, como sucedió, habría que derrocarlo.


Fracasada su misión, Poinsett regresó a los Estados Unidos, quince días después de su llegada a México. Luego de lo anterior, sucedieron los trascendentales hechos políticos de la abdicación y exilio de Iturbide así como su fusilamiento al regresar, en el pueblo de Padilla, Tamaulipas, el 19 de julio de 1824, por decreto del Congreso  que lo había derribado.
Los historiadores coinciden en que la caída de Iturbide se debió a las intrigas de Poinsett junto con las logias masónicas, por haberse negado a las propuestas norteamericanas anteriormente citadas.




Fundador del Rito Yorkino en México






Al caer el Imperio, gobernó al país un organismo llamado Supremo Poder Ejecutivo, que actuó el 30 de marzo de 1823 al 10 de octubre de 1824, integrado por tres generales: Pedro Celestino Negrete, Nicolás Bravo, Guadalupe Victoria, con otros tantos suplentes y sus respectivos ministros. La nación quedó en gran desorden político, se separó Centroamérica, y otras provincias también intentaban hacerlo. Se integró un nuevo Congreso, que aprobó el régimen republicano y federal, confirmado con la Constitución del 4 de octubre de 1824, donde se impuso el criterio del destacado miembro de la masonería, canónigo de la catedral de Puebla, Miguel Ramos Arizpe, quien hizo el proyecto de la Constitución y puso nombre al país como Estados Unidos Mexicanos imitando a nuestros vecinos del Norte.
En esta situación aparece de nuevo Poinsett, pero como ministro plenipotenciario de los Estados Unidos, y el 1º de julio de 1825 presentó sus credenciales al ya nombrado primer Presidente de México: Guadalupe Victoria.
En ese tiempo era decisiva la influencia de la masonería escocesa, quien había provocado la caída de Iturbide, aún cuando muchos de sus miembros simpatizaban con algunas de sus ideas, tales como un gobierno centralista y la unión de todas las razas y clases sociales. Todo esto chocaba con los planes de Poinsett, y el rito escocés ya no le resultaba útil, por lo cual decidió fundar uno nuevo, el de York; pidió autorización al Gran Maestre de Filadelfia Thomas Kittera, e instaló el nuevo rito en su casa el 29 de septiembre de 1825, adhiriéndose a él mucha gente inexperta pero ambiciosa que deseaba poder y dinero. Fueron mienbros distinguidos de esta logia el yucateco Lorenzo de Zavala, el canónigo Ramos Arizpe, el Secretario de Hacienda Ignacio Esteva y el sacerdote José M. Alpuche.


El nuevo rito fue núcleo del Partido Popular, base a su vez del Partido Americano y luego del Partido Liberal. Quizás fue éste el hecho más trascendental, social e inclusive religioso, hasta nuestros días.


"El carácter nefasto de la nueva fundación masónica no radicaba tanto en su propia naturaleza, cuanto en la guerra sin cuartel que habría de provocarse luego entre ambos ritos enemigos. En el momento en que la seguridad de la nueva nación exigía la supresión de los odios y banderías de secta, vino a arrojarse la semilla que daría por fruto no transitorias disidencias, sino una constante guerra civil. Frente a este hecho, reconocido aún por quienes mantienen ciertos lazos de afinidad con los grupos que Poinsett auspició, resultan pueriles los alegatos del más fervoroso biógrafo del charlestoniano (Lorenzo de Zavala) quien asegura que Poinsett no estableció el Rito de York para que chocara con los escoceses, sino exclusivamente para extender a México una jerarquía masónica más elevada".1

Las divisiones políticas entre yorkinos y escoceses, llevaron a motines y pronunciamientos como el de La Acordada, el saqueo de Parián y la toma del Palacio Nacional, para poner en la presidencia al Gran Maestre yorkino Vicente Guerrero, con las consiguientes perdidas humanas y materiales, todo alentado por el Embajador americano y sus seguidores.


Expulsión de los Españoles de México 


Poinsett fomentó la Leyenda Negra anti española, exaltó la "gran cultura indígena" destruida por los españoles en el siglo XVI, que implantaron el robo y el asesinato en lugar de las nobles costumbre indígenas; la horrible inquisición, los Autos de Fe, etc.


En estas ideas anti-españolas,-que han llegado hasta nuestros días- se pueden ver las intenciones de desquiciamiento del país: aniquilados los españoles de sangre y cultura, los indígenas podrían ser presa fácil; y si aquí se había logrado el mestizaje, era forzoso separar las razas para dominarlos. En medio de esa efervescencia, el descubrimiento de una conjura promovida por el clérigo español Joaquín Arenas para restaurar el gobierno español, sirvió de pretexto para la persecución y expulsión posterior de los españoles. Esta conspiración, manipulada por los yorkinos con falsos testimonios y propaganda, aumentó el odio contra los españoles, "que era uno de los fines perseguidos por Poinsett para hacer caer a México bajo su influencia, separándole del predominio europeo".2


La expulsión total de españoles ocurrió el 20 de marzo de 1829, ocasionándole un triple perjuicio al país:



  • Demográfico, por pérdida de habitantes en varias regiones.
  • Económico, por pérdida de capitales, industrias y tierras productivas útiles para el desarrollo del país.
  • Religioso, por la pérdida de sacerdotes y religiosos, y de las misiones de Nuevo México, California y otras regiones volviendo a caer en la barbarie los indígenas semi-civilizados.

Acerca de lo anterior escribió el famoso historiador Alberto María de Bustamante en su Gabinete Mexicano, citado por Alberto María Carreño: "En esta sazón apareció Poinsett con el depravado designio de fomentar la desunión, no sólo entre los mexicanos y españoles, sino entre los mismos mexicanos, diseminó a todos sus agentes por toda la República, que correspondieron exactamente a su misión, sembrando la discordia entre hermanos. Nuestra República era entonces la imagen del infierno, pues todos se hostilizaron sin piedad; logró por fin, no sólo dividirnos para que su misión sacase todo el partido posible de nuestra desunión, desmembrándose la integridad de nuestra República, sino que se diese la ley de expulsión de españoles, para que emigrando a Norteamérica con sus inmensos capitales, aumentasen la riqueza de su nación..."3


Poinsett Expulsado de México


Tanta inestabilidad provocó Poinsett en el país, que se levantó un clamor popular exigiendo su expulsión. El ministro de Asuntos Exteriores, José María Bocanegra, por órdenes del presidente Guerrero pidió el retiro del embajador el 1° de enero de 1830. En ese mismo mes y año, Poinsett salió de México para no regresar más, pero dejaba al irse 120 logias yorkinas, que habrían de continuar su obra a todo lo largo de nuestra historia.


"La atención pública se entretuvo con la salida de México del famoso Poinsett, que El Sol anunció el día 4 diciendo: 'El domingo 3 de enero salió de México Poinsett: al huir de entre nosotros este famoso autor del yorkismo iba acompañado de millones de maldiciones..."4


Así salió Poinsett de México, luego de haber ejercido una gran influencia política al servicio de intereses expansionistas de su país por medio de las logias yorkinas supeditadas a las norteamericanas, y es triste constatar que muchos mexicanos de diversas categorías estuvieron a sus órdenes y sirvieron incondicionalmente a sus fines, tal vez por ignorancia o ambiciones personales.


En nuestra historia, sobre todo la oficial, se habla muy poco de este personaje tan importante para explicar muchos acontecimientos que nos afectan hasta nuestra época actual.






1.- José Fuentes Mares, Historia de una gran intriga, Editorial Jus, México 1975, pág. 130.
2.- Alfonso Toro, Historia de México, Editorial Patria, México 1961, pág. 289
3.- Alberto María Carreño, México y los Estados Unidos de América, Editorial Jus, México, 1962, pág. 122.
4.- México a través de los siglos, t IV; México independiente, Editorial cumbre, México, 1975, pág. 231.
Juan B. Íñiguez Dios nunca muere Otoño 2005 N° 22

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