sábado, 28 de agosto de 2010
Tratado de Guadalupe Hidalgo México-EEUU
California, Arizona, Nevada, Utah, parte de Colorado, Nuevo México y Wyoming costaron en suma a Estados Unidos, en 1848, 15 millones de pesos. Luego de la Guerra de Intervención estadounidense, un total de 2 millones 378 mil 539 kilómetros cuadrados pertenecientes a México fueron cedidos para alcanzar la paz y permitir a este país reestablecer el orden constitucional, levantar el bloqueo de sus puertos y liberar los lugares capturados por las tropas de ocupación norteamericanas.
Más de 100 mil mexicanos pasaron a ser extranjeros en su propia tierra mediante la firma del Tratado de Guadalupe Hidalgo, el 2 de febrero de 1848, que pondría punto final a las incursiones que Estados Unidos llevaba a cabo en México. No obstante, la trampa ya estaba pensada y fríamente calculada sobre el articulado que componía dicho tratado.
Reemplazos, modificaciones e incluso supresiones de importantes apartados oscurecieron el ya turbio espíritu inicial del Tratado de Guadalupe Hidalgo, concebido erróneamente como la condición necesaria para devolver a un pueblo condiciones que le eran inherentes.
El afán expansionista de EEUU fue la principal causa de la Guerra de Intervención estadounidense y ésta, a su vez, fue el origen del otorgamiento de tierras al titán del norte mediante mecanismos que, bajo el subterfugio de un acuerdo ideado para la compensación por daños causados a México durante los enfrentamientos, despojaron de vastos territorios a un país profundamente desgastado.
Varios fueron los factores que devinieron en la pérdida de 2 millones de kilómetros cuadrados a cambio de un monto que jamás podría equivaler a tal adquisición. Entre ellos, la ignorada advertencia de México de que la anexión de Texas por parte de Estados Unidos -primer atropello territorial del que se cumplen 164 años- sería considerada como un acto de guerra. Este preaviso no detuvo las pretensiones de conquista del país del norte, que se valió de las aspiraciones independentistas de los texanos para iniciar un proceso de invasión que no culminó hasta materializarse.
No obstante, un segundo factor fue crucial para que esto fuera posible: la complaciente actitud del presidente de México en aquel entonces, Antonio López de Santa Anna, quien no fue piedra de tranca para los estadounidenses sino que, por el contrario, facilitó el proceso.
Tratado de cartón
Antes de ser plenamente ratificado, el Tratado de Guadalupe Hidalgo sufrió modificaciones importantes en los artículos IX y X, además de cambios menores pero significativos en otros apartados.
El artículo IX del tratado original fue reemplazado por uno enteramente nuevo. Así, en vez de que los mexicanos conservasen por un año sus derechos civiles en los territorios vendidos y de establecer su igualdad con los otros habitantes de los Estados Unidos de América, el nuevo artículo permitía que el Congreso norteamericano, a discreción, los admitiera como ciudadanos de ese país.
El artículo X, que garantizaba la conservación intacta de todas las concesiones de tierra hechas por el Gobierno mexicano, fue suprimido y no reemplazado, siendo ésta una de las enmiendas más deshonestas respecto a lo que inicialmente se había estipulado. Mientras, en el artículo XI se eliminó la restricción de venta de armas de fuego a las tribus indígenas en el territorio cedido, contemplada como uno de los compromisos asumidos originalmente por Estados Unidos.
En el artículo XII se suprimió la elección de la forma de pago de la compensación que debía recibir México por la pérdida de territorio (los 15 millones de pesos) al tiempo que desapareció un artículo adicional y secreto del tratado, establecido originalmente para aplicarse sólo si la ratificación del mismo tomase más de cuatro meses en efectuarse, caso en el que se permitirían cuatro meses adicionales.
Complicidad en casa
La dinámica mediante la cual parte del territorio mexicano fue adquirido por Estados Unidos deja en evidencia un juego sucio bidireccional, en el que la pretensión de la nación del norte fue un estímulo que halló fácil respuesta en la persona de Antonio López de Santa Anna, cuyo proceder posibilitó, en un primer momento, las acciones invasoras norteamericanas y, más adelante, la compra de las tierras.
En marzo de 1845, cuando el Congreso norteamericano votó por la anexión de Texas, México suspendió relaciones con la Unión Americana y con Francia y, poco tiempo después, se precipitó la guerra con Estados Unidos. Santa Anna, quien vivía exiliado en Cuba, regresa asumiendo posición de liderazgo pero tomando decisiones que significaron la derrota de México.
Durante la Batalla de Angostura, en Coahuila, Santa Anna resulta triunfante; no obstante, se retira sin tomar prisioneros y sin el armamento enemigo. Frente a esa respuesta, EEUU preparó una nueva incursión, esta vez a mayor escala, en el puerto de Veracruz.
Los historiadores aseguran que la resistencia ante el ataque no fue significativa, mientras que las ciudades de Jalapa y Puebla fueron ocupadas sin que los invasores dispararan una sola bala.
Por su parte, el clero -que según los relatos se articuló sin chistar al plan imperial- había recibido la garantía de parte de los agentes norteamericanos de que sus propiedades y privilegios no serían revocados. En consecuencia, el pueblo fue arengado para que aceptara sumiso tal invasión.
EEUU fue por más
La extensión territorial adquirida por Estados Unidos con el Tratado de Guadalupe Hidalgo fue, al parecer, insuficiente para saciar la sed colonialista de Estados Unidos, ya que sólo cinco años después, el 30 de diciembre de 1853, se firmó el Tratado de La Mesilla.
En 1853, Santa Anna, quien había renunciado a su cargo y se había marchado al exilio huyendo nuevamente de la caótica situación en que había dejado a México, es renombrado presidente. Fortalecido e inmune a las críticas de sus adversarios, instituye una medida para obtener dinero rápido y vende un nuevo trozo de territorio: La Mesilla.
En este nuevo plan de compra-venta, mejor conocido en Estados Unidos como “compra Gadsden” por su principal promotor, el general James Gadsden, se acordó con el gobierno de México la adquisición de 76,845 kilómetros cuadrados adicionales de terreno a cambio de 10 millones de pesos, lo cual modificaba el Tratado de Guadalupe Hidalgo.
Esta vez las ambiciones de Estados Unidos tampoco fueron satisfechas al ciento por ciento, dado que Gadsden pretendía adquirir no sólo esta región sino la totalidad de los estados de Chihuahua y Sonora, así como la Baja California. Además, el ejército norteamericano se preparaba para una eventual guerra en el caso de que México respondiera negativamente.
De nuevo la complaciente postura del presidente pintó la escena para que los estadounidenses lograran su objetivo, ya que, pese a que esta nueva venta hizo altamente impopular a Santa Anna, los 10 millones de pesos serían utilizados por el general en su beneficio y el séquito que le rodeaba; al tiempo que le permitían mantener plenos poderes por unos años más.
La activación de estos mecanismos, que tuvieron su origen en la firma del Tratado Guadalupe Hidalgo, hacen que parte de lo que hoy los mapas identifican como territorio estadounidense sea, en realidad, tierra mexicana.
La estafa, camuflada en documentos aparentemente legales que luego fueron violados y manipulados al antojo de la nación del norte, cumple 161 años.
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